EL FRACASO DE NARCISO MONTURIOL
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EL FACASO DE NARCISO MONTURIOL: LA INVENCIÓN DEL SUBMARINO
JAVIER SANMATEO
EDICIONES ÁGORA
MADRID, 2012
100 PÁGS.
12 EUROS
A fecha de hoy y aunque parezca mentira, no se ha publicado nunca la verdadera historia de Narciso Monturiol y menos aun la de sus ictíneos. Por diversos motivos, ha prevalecido el interesado y fantasioso relato que él mismo se encargó de difundir, aprovechando su faceta de experto en propaganda. La prosopopeya con la que adornó sus ensayos y con las que encubrió sus fracasos —en primer lugar—, la ignorancia y las ilusiones colectivas —de otro lado—, y la ausencia de un riguroso análisis histórico sobre el asunto; han permitido que la leyenda y la impostura se hayan impuesto frente al relato exacto de los hechos que protagonizó. Curiosamente, ni siquiera se conoce en España la más que previsible influencia que pudo ejercer en un coetáneo suyo del otro lado del Atlántico: me refiero al emigrante prusiano nacionalizado norteamericano Julius Hermann Kroehl (versión inglesa de su apellido original Kröhl), quién trató de llegar más lejos que nuestro paisano en otra delirante empresa de pesca con un artilugio de concepto semejante a los ictíneos, al que denominó Explorer, pero pagó con su vida el atrevimiento1. Por el contrario, Monturiol, más pragmático, nunca se expuso al riesgo, evidente, de probar su máquina ni de ensayar la pesca del coral con ella, tal y como prometió a los accionistas de sus empresas. El negocio de Monturiol era muy diferente y la pesca del coral fue una excusa y un reclamo para atraer a los incautos inversores.
Para comprender mejor a Narciso Monturiol, debemos analizar el contexto histórico en el que vivió: El Romanticismo. Se trata de un personaje paradigmático de la época romántica, y dentro de este contexto debe ser estudiado y analizado, porque él mismo fue un carácter moldeado por esta corriente vital que sacudió Europa y Occidente desde el final de las guerras napoleónicas hasta la Segunda Revolución Industrial. El “romanticismo” se caracterizó por una fuerte rebeldía frente a las normas y convenciones sociales; un rechazo a los poderes constituidos, las instituciones y las normas; tanto en el orden político como en el social o en el de las ideas, incluidas las artísticas. El romanticismo alimentó el individualismo y la exaltación del “ego” frente a los deberes sociales, la intuición personal frente al pensamiento racional y el “sentimiento” frente a la reflexión. Surgieron las ideas revolucionarias más extravagantes, utopías estrafalarias, ideas estéticas insólitas en todas las ramas del arte. En este “caldo de cultivo” nacieron el “progresismo”, el socialismo —en todas sus variantes—, el anarquismo, los nacionalismos de corte racista, los diversos nihilismos filosóficos y variopintos movimientos de ruptura en las vanguardias artísticas. Junto con pensadores y artistas de gran imaginación y creatividad, también surgieron conspiradores, revolucionarios, subversivos de toda índole y personas que, en general, vivieron al margen de la Ley. En algunos casos, ambas facetas se unieron en las mismas personas: podemos recordar al genial músico alemán Wagner que vivió a costa de los acreedores y sin pagar una factura, con la fútil excusa de que “el mundo le debía lo que necesitaba”. Tampoco es de extrañar el gusto de la literatura romántica por los forajidos, los piratas, los monstruos y los personajes que vivían al margen de la sociedad.
Monturiol vivió en su juventud, siendo estudiante, la agitada vida revolucionaria de Barcelona, a principios de la década de los cuarenta del siglo XIX, y se impregnó de todo este movimiento que marcó el resto de su vida: se hizo republicano, socialista y comunista, también se hizo masón. Dirigió pronto sus pasos a la conspiración y la agitación política. Se puede decir que Monturiol es un personaje característico de la era romántica: poseía una portentosa imaginación, pero, a su vez, vivió toda su vida en la constante perturbación de los radicales cambios políticos, lo que, a la larga, motivó un cierto desprecio por las leyes y la moral. Sus ingenios mecánicos tuvieron mucho de idealismo y, ciertamente, como veremos, no carecían de original inspiración pero adolecieron de una excesiva fantasía, y para encubrir sus insalvables carencias, no tuvo demasiados escrúpulos en encubrirlas con toda clase de exageraciones y falacias, como veremos a lo largo de este estudio. (DE LA INTRODUCCIÓN).
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